Fuente de la fotografía: Santiago de Compostela
Una semana más recorriendo las calles de mi nueva ciudad. En ellas se escuchan los susurros de los caminantes que vienen de lejos y es allí donde muchas personas desean contar su historia, la razón por la que se acercan a las piedras que dibujan Santiago de Compostela.
Sigue lloviendo y el frío se calma con tazones calientes de caldo recién hecho. El otro día conocí a un peregrino que cumplía una promesa, que escribía las memorias de un viaje en el que había encontrado sentido a una vida que se escapa presurosa hacia un lugar que aun no conocemos los que estamos vivos. Contaba que, sin creer en Dios, era un hombre feliz que veía por fin colocadas las piezas del rompecabezas de su anterior existencia. Allí, en el destino final de su camino, descubrió que quería hacer algo diferente a partir de ahora porque el mundo al que había criticado sí tenía algo bueno que ofrecer. Quizá el corazón de las gentes que caminaron con él...
Sigue lloviendo y el frío se calma con tazones calientes de caldo recién hecho. El otro día conocí a un peregrino que cumplía una promesa, que escribía las memorias de un viaje en el que había encontrado sentido a una vida que se escapa presurosa hacia un lugar que aun no conocemos los que estamos vivos. Contaba que, sin creer en Dios, era un hombre feliz que veía por fin colocadas las piezas del rompecabezas de su anterior existencia. Allí, en el destino final de su camino, descubrió que quería hacer algo diferente a partir de ahora porque el mundo al que había criticado sí tenía algo bueno que ofrecer. Quizá el corazón de las gentes que caminaron con él...