Hoy se me ha dado por gestionar de alguna manera los almacenamientos que se quejan continuamente de que todo está hasta los topes y que aconsejan organizar recuerdos que se acumulan y acumulan sin cesar. ¡Gran ironía del momento de vida!
Siempre he querido llevarlos a cuestas, pero como no quiero pagar y pagar a los que ya reciben tanto, he decidido conservarlos en un sitio "no portátil". Lo llevaré mal al principio, supongo. Querré recurrir a esos momentos y esos momentos estarán metidos en el disco duro que tengo bajo la montonera de libros y apuntes.
De momento, pienso solamente en descargarlos en otro dispositivo. Debería también eliminar archivos pero no me veo capaz. Mi mente amarra y agarra. Con fuerza. Todo lo que he dejado grabado ahí es por un motivo vital. Hasta el café compartido desde el bar de carretera. Es mi vida y mis sentimientos en imágenes. Así lo siento y, por este motivo, no quiero borrar ninguno. No puedo.
Nada se puede borrar aunque se borre. Eso me dijeron un día. Y añadí posteriormente, al menos en pensamiento: Yo no quiero eliminar ningún momento vivido. Somos el resultado de una vida única. Eso somos. Pienso que es verdaderamente increíble, maravilloso y mágico. Nosotros definidos por todo lo que dejamos atrás.
Y aquí está una de esas fotografías de uno de mis innumerables paseos.
Regreso al camino para encontrar la calma deseada. Incluso, en aquellos lugares que pisé con los que ya no están a mi lado y están.
Para siempre. Aunque desaparezcan los archivos.