Hay lugares que quedarán para siempre agarrados al alma. Eso me ocurre con Santiago de Compostela; Una de MIS ciudades.
He aprendido a quererla poco a poco. Me ha ofrecido el tiempo necesario. Sin prisas. Con el detenimiento que merece la ciudad y su entorno de picos y montes, de ríos y valles. He caminado por su rural en la más completa y deseada soledad. También la he recorrido en compañía. Me acerqué a todo el entorno con el confinamiento. De una manera más especial, más íntima. Supongo que por el momento de vida.
Santiago de Compostela tiene magia. Sobre todo, si uno se adentra en esos paisajes de agua y de piedra.
Encontrarse ahí arriba divisándola desde las alturas, no tiene precio. Con silencio, con luz dorada de atardecer o con la niebla de la mañana perezosa. También con mucha lluvia y buen abrigo.
Al lado de sus ríos, el sonido de las corrientes se utiliza como bálsamo. Bendita naturaleza. Y, en Santiago, se encuentra muy cerca. Sólo sacando un pie del portal de casa, uno puede pisar los caminos que nos trajeron hasta aquí.
Y también los que nos llevarán hacia donde decidamos ir... O adonde nos lleven.
Hace unas cuantos años de la última vez que estuve, pero Santiago es una ciudad con magia y hay que verla bajo la lluvia, es cuando exhala toda su sustancia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay, qué ganas de volver.
ResponderEliminarObviamente la ciudad la conozco, la parte antigua es como una de esas joyitas donde aunque perderte es imposible, no importaría nada. Preciosa. Sin embargo sus alrededores inmediatos no los conozco, más allá del Monte del Gozo, cero y eso que durante unos meses viví en Silleda, al contrario que Santiago, uno de los lugares más feos de Galicia y no solo porque además de vacas y cerdos poco más que contar, es que allí hay tal grado de humedad, que recuerdo meterme en la cama en inverno con gotitas de agua sobre el hedredón casi toodos los días y un frío que pela.. esa imagen da ganas de conocer esos rincones, lo cierto es que tooodos los bosques de Galicia son pura magia.
ResponderEliminarUna alegría verte REaparecer CAMPU.
Un beso!
Alfred, es verdad que la lluvia le queda bien a Santiago. Aunque si uno vive allí, acaba un poco cansado de paraguas y agua. De todas las maneras, ya no llueve tanto como antes. Aunque sí que llueve más que en otros lugares no tan lejanos de la ciudad.
ResponderEliminarYa lo sabes. La cuestión es quejarse. :)
Pedro, Santiago te espera, seguro, con los brazos abiertos. Y con la fachada de su Catedral ya desnuda de andamios.
María, no sabía que habías pasado meses por estas tierras. Lo cierto es que también esa zona tiene belleza. He hecho rutas por allí interesantes. Y no sólo hablo de gastronomía...(de ahí las vacas por sus verdes prados).
Senderos, pazos, iglesias, paisajes fluviales... Y la ruta por la sierra de O Candán y sus aldeas, también la recuerdo con mucho cariño.
Y el frío. Eso seguro que también. Más la humedad que se mete en los huesos, que de eso sabemos un rato los gallegos.
Un abrazo a todos.