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5 de mayo de 2015

Be Beautiful, Be You

Hay realmente ejemplos maravillosos. Hay personas que son un ejemplo en sí mismas. Lizzie Velasquez es una de estas personas, sin duda alguna. No sabía de ella hasta hoy, la verdad. La había visto en algún sitio bajo el título "La mujer más fea del mundo" y nada más.
A pesar de ese toque americano que tienen todos los discursos motivacionales, es digno de ver este vídeo y digna de un gran aplauso también su familia, su madre.
No hace falta centrarse únicamente en los momentos difíciles de su vida. Se dan, obviamente, por hecho. Aunque, es cierto, hay que tenerlos en cuenta fundamentalmente para comprender la fuerza que puede llegar a tener el ser humano para seguir adelante, para sobrevivir y, sobre todo, para VIVIR.
El amor es tan importante.
Felicidades, Lizzie.



28 de mayo de 2013

La belleza herida




A mí me empacha, por ejemplo, el activismo de Sean Penn, tan cercano a la ideología chavista que acude al entierro del líder con el chándal rojo. También me irritaba, aunque de otra manera, la bondad de Angelina Jolie, su incontenible necesidad de adoptar criaturas de aquellos países en desgracia que visitaba. Me parecía extraordinaria la facilidad con que ella parecía conseguirlo, cuando el proceso para los padres adoptantes está tan lleno de obstáculos. Ha sido, sin embargo, con el artículo con que ha dado a conocer la doble mastectomía a la que se ha sometido cuando he empezado a creer en su sincera generosidad. Un amigo, al que no tengo por poco compasivo, sino más bien al contrario, me dijo: “¡Y a mí qué me importa lo que esta mujer haga con su cuerpo!”. Dado que es más joven que yo, entiendo que no ha podido ser testigo del estigma que marcaba a las mujeres que se habían sometido a la extirpación de un pecho. Recuerdo la lástima que despertaban, una lástima que rozaba la humillación por cuanto el asunto era tabú, y la mujer era considerada, sin ninguna duda, menos mujer. Desde que se empezó a hablar abiertamente del cáncer de mama ha habido una serie de campañas o de expresiones artísticas para romper el silencio; iban de las más crudas, que mostraban sin reparos la desgarradora huella de la extirpación, a las que idealizan el proceso de la enfermedad hasta convertirla en una experiencia necesaria para alcanzar una especie de estado espiritual superior.

Que en ese contexto haya una mujer, icónica por su belleza física, que haya expresado sin tapujos que hay vida después de la mastectomía me parece elogiable. A mí sí me importa que alguien cuya imagen traspasa fronteras confiese que sus pechos no son del todo suyos, pero que su vida sentimental o artística puede seguir adelante. No fue menos importante cuando el actor Rock Hudson hizo pública su enfermedad de sida. Son gestos que requieren valor por parte de quien los protagoniza, porque lo que se pone al servicio de una causa no es el dinero o la ideología, sino una vulnerabilidad real. Es posible que esta confesión traiga consigo un aumento de las demandas del examen genético, no necesario si no hay antecedentes familiares claros. Pero ofrecerá un panorama esperanzador a las mujeres que se vean en una situación que hasta hace nada las castraba de por vida.


He podido ver esos pechos reconstruidos en una amiga y, como ha escrito Jolie, “los resultados pueden ser hermosos”. Más aún la posibilidad de acompañar a tus hijos en la vida el mayor tiempo posible. Cuando tienes cerca alguien querido que ha pasado por este proceso, más complicado y costoso de lo que cuenta un artículo que trata de contagiar cierto optimismo; cuando esa operación tiene la cara de una amiga y has escuchado el relato de su fragilidad, sientes más respeto por la mujer célebre que se ha atrevido a mostrar sus cicatrices y a decir, aun sin decirlo, que puede seguir siendo deseable.

De la columna de Elvira Lindo en la sección de opinión de El País del pasado 26 de mayo.

25 de mayo de 2013

Cuéntame cómo pasó...

Pues sí que estamos buenos. Como si no hubiese dramones suficientes en la vida real...
Campurriana es así de rarita y hoy ha llorado como una magdalena.


8 de noviembre de 2011