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28 de mayo de 2017

First Dates con Carlos Sobera




A Carlos Sobera no lo soportaba en televisión hasta ahora; el momento en el que ha aportado, con indudable acierto, un pedazo corazoncito a nuestra caja tonta y a nuestra vida. 
Tendrá sus fallos el programa, pero hay que reconocerle el mérito. Cuando hablo de fallos, me refiero, sobre todo, a las sobreactuaciones de sus protagonistas, buscadores de amor a toda costa. O de lo que haga falta, claro...

Sobran, desde mi punto de vista, los momentos poco creíbles. Y faltan los suavemente naturales, los que se confundirían con realidad en un restaurante cualquiera de cualquier ciudad.

Pero quedémonos con la esencia del programa, o lo que quiero ver yo como esencia; hay muchas soledades deseosas de caricias ahí fuera. Personas que valen su peso en oro y no encuentran esa agarradera de la vida para asirse en momentos dulces y no tan dulces. Si lo pensamos, es difícil encontrar ese amor ansiado. Más, cuando se advierte desesperación, desesperanza por "atoparlo". La edad lo complica aún más todo porque ya venimos con mochila a la espalda. Y no sólo mochila física, por supuesto. La vida, lo sabemos, nos carga de mochilas, que debemos aprender a relativizar de alguna manera, para que no nos condicionen el viaje.

Está claro que, con predisposición, todo se encuentra más fácilmente. Una predisposición positiva, amable, sensual si se tercia, y generosa. Después de todo, el amor es compartir, facilitar la vida al otro, aportar y no destruir. 

Sin amor no podemos vivir. Pero el amor no sólo debe traducirse en pareja, aunque a nadie le amarga un dulce si esa pareja cumple requisitos. No lo vamos a negar porque estaríamos engañándonos a nosotros mismos.

El ser humano no ha nacido para estar solo. Bien lo sabemos todos. Carlos Sobera y su equipo también.

Felicidades.

22 de octubre de 2016

Después de Nosotros (película)


Pongo en el saloncito películas que me hacen sentir.
A veces, náuseas positivas; es decir, me gustó la película pero se criticaba en ella algo que me producía náuseas.
A veces, náuseas negativas; ésas que me dan ganas de pedir indemnización al salir del cine.
A veces, felicidad, serenidad, optimismo por la vuelta a las cintas inocentes del cine de los ochenta, de los noventa...
Y lo peor de todo: a veces, indiferencia... Ésas son las que peor llevo. Incluso, las llevo peor que las nauseabundas negativas.

Ésta me produjo tristeza. Es positivo también. Mucho, en mi caso, porque yo soy de las que disfruto del cine REAL. Me interesan bastante más las desgracias y alegrías cotidianas de la gente normal que las guerras entre bichos verdes o los sueños pasados de rosca de alguno que no descansaba bien.

Una tristeza infinita por una familia rota. Un amor roto. Un imposible encuentro que tira vidas por la borda. Y digo "vidas" en plural. Peor aún, si son más de dos...
¿Cómo se puede llegar a este desamor tan brutal?

Lo más triste de todo: la realidad que pisamos está ahora en la pantalla. Quizá, en nuestra habitación.

Digna de ver.
Ya me diréis.