Soy el tigre.
Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.
El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.
Desnuda te sumerges.
Espero.
Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.
Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.
Y me quedo velando
por años en la selva
tus huesos, tu ceniza,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil en la lluvia,
centinela implacable
de mi amor asesino.
Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.
El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.
Desnuda te sumerges.
Espero.
Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.
Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.
Y me quedo velando
por años en la selva
tus huesos, tu ceniza,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil en la lluvia,
centinela implacable
de mi amor asesino.
Pablo Neruda
Ah Neruda! me envuelve entre sus palabras.
ResponderEliminarMe encantan los gatazos y esa foto que has puesto es genial con el reflejo del agua.
Sabía que te gustaría, Raiña...
ResponderEliminarY además, los tigres son unos animales tan bellos que no podría dejar el blog sin dedicarles alguna entrada...
Esta mañana, mientras desayunaba, estuve viendo un poco un documental sobre ellos...seductores, elegantes, agresivos, dulces...
Y el poema...tremendamente sensual...
:)
Sí, es verdad. Tremendamente sensual. Tremendamente.
ResponderEliminarLo he vuelto a leer después de un tiempo...
ResponderEliminar¡Qué fuerza!
Gracias por traerme hasta aquí de nuevo, Anderea.
:)