9 de julio de 2008

¿Habéis oído hablar de Conchita?


La cara, labrada por el viento y teñida por el sol. Las ropas, de colores difusos que claudicaron ya hace tiempo. Los dientes, sobre todo ausentes. «Me lanzan rayos láser. Son como el aire, no los ves, pero están ahí, están ahí... Y hacen daño», explica mientras abre la boca y enseña sus encías casi desnudas. Guarda sobres con recortes de periódicos y viejas fotografías. Hurga entre papeles amarillentos y los ojos se le iluminan al encontrar un retrato de una mujer joven con vestido largo. «Mira, esta soy yo. ¡Hace muuuucho tiempo!». Vive en una especie de tienda de campaña. Un hogar improvisado en la calle. «Hace calor. Aquí se pasa de repente del frío al calor y del calor al frío», comenta. Entra y sale de su morada de trozos de plástico. Sobre el pelo canoso, una peluca negra. Sobre la peluca un casco. Y, sobre todo, una voz débil que brama contra la guerra. Es Conchita, de Vigo. Connie para los estadounidenses. Como un viejo indio apache, pequeño y solo, sentando frente a un fuerte imponente, lleva 28 años apostada delante de la Casa Blanca, en Washington, el puño del imperio. A la intemperie. Interpela a los estadounidenses con fotos de niños muertos en Vietnam, en Irak, en Afganistán... Con el rastro más sucio de la política internacional de EE.?UU., de Occidente. El de la sangre infantil. Se desespera. «No lo ven. ¿Por qué no lo ven? No lo entienden». Lamenta el pasado. Y poco espera ya del futuro. Censura a Clinton. Detesta a Bush. No le convence Hillary. Y asegura que Obama solo ofrece más de lo mismo. Después, vuelve a las divagaciones, regresa a los rayos láser, al lugar en el que se pierde la razón. Habla bajo, en un hilo de susurros. Se pierde Conchita. Pero, de repente, mira al frente y su voz gana firmeza. «La Casa Blanca es una puerta giratoria. Sale uno para que entre otro. Un ejercicio mecánico. Un cambio para que no cambie nada. Yo exijo la revolución de la paz». Conchita, un ensayo sobre la lucidez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lucidez, dos horas.
saludos