Ayer la volví a ver una vez más. Termino llorando siempre y sigo repitiendo. A veces es incomprensible este comportamiento nuestro de masoquismo bajo las mantas del sofá. Parte de la culpa la tienen sus personajes entrañables, bien interpretados, bien dirigidos. La música de Amenábar, la fotografía de Javier Aguirresarobe, la naturalidad de unas vidas marcadas por un suceso trágico y, a la vez, enriquecedor.
Me quedo con esta historia de cine. De la realidad ya no puedo hablar. No la conozco.
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Siento que tenga que ser así.
Gracias.