Roma exhibe desde hoy una de las obras más misteriosas del pintor, escultor y arquitecto renacentista Miguel Ángel Buonarroti, la «Virgen con el Niño», que se conserva en el museo de la casa natal del artista en Florencia.
La obra, un boceto a lápiz de 54 por 39 centímetros, se exhibirá en los Museos Capitolinos hasta el 10 de enero, en lo que las autoridades del Ayuntamiento de la capital italiana han definido como un «homenaje a Roma» con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción y de la Navidad.
La directora de la Fundación Casa Buonarroti, Pina Ragionieri, explicó que se trata de una pieza «misteriosa» porque, aunque comúnmente se la considera un boceto, no se sabe a ciencia cierta para qué obra lo fue o si abandonó el proyecto sin terminar.
De hecho, casi lo único que se conoce de la «Virgen con el Niño» es que salió de la mano del genial pintor florentino y que ha permanecido como propiedad de la familia Buonarroti hasta hoy, aunque en el siglo XIX se realizaron sobre ella agresivas intervenciones.
Para que encajara en un marco, alguien cortó el margen superior del dibujo, en el que se cree que se encontraba el velo de la Virgen María.
También se sabe, gracias a una reciente restauración, que Miguel Ángel efectuó sobre los dos folios que componen la obra varios ensayos antes de decidirse por la definitiva composición, con la mirada de la Virgen que se dirige a la derecha del cuadro, huyendo del Niño, colocado a la izquierda.
Este rasgo, que expresa «una maternidad demasiado dolorosa para concluir la relación de amor con el hijo» es «muy propio» de Miguel Ángel, cuyas obras se distinguen de las de los demás artistas renacentistas por su «extraordinaria profundidad», en opinión de Ragionieri.
Sin embargo, en el papel se encuentran pruebas que demuestran que el genio florentino probó una composición «rafaeliana», en la que la Virgen dirige el rostro amoroso hacia la figura del Niño.
Este dato, al igual que los distintos trazos que se distinguen en la cabeza del Niño, sirven para revelar la «meditación constante» del artista, que se planteaba en continuación «si la Virgen debe mirar al Niño, si no; si debe amamantarle o si no», dijo Ragionieri.
También se desconoce el año en que fue compuesta esta misteriosa obra, aunque los investigadores la datan en torno al 1525, cuando Miguel Ángel trabajaba para la familia Medici en la Sacristía Nueva de la iglesia de San Lorenzo, en Florencia.
Por aquel momento, Miguel Ángel ya era un artista consagrado y había pintado su obra maestra, los frescos del techo de la Capilla Sixtina, en Roma, que poco después completaría con el del Juicio Final, tras el altar.
Una de las obras cumbre del Renacimiento, que Miguel Ángel realizó en la misma ciudad en la que ahora pasará la Navidad una de sus pinturas consideradas menores, pero de tanta fuerza y con tal halo de misterio como sólo la mano de genio florentino pudo darle.
La obra, un boceto a lápiz de 54 por 39 centímetros, se exhibirá en los Museos Capitolinos hasta el 10 de enero, en lo que las autoridades del Ayuntamiento de la capital italiana han definido como un «homenaje a Roma» con motivo de la fiesta de la Inmaculada Concepción y de la Navidad.
La directora de la Fundación Casa Buonarroti, Pina Ragionieri, explicó que se trata de una pieza «misteriosa» porque, aunque comúnmente se la considera un boceto, no se sabe a ciencia cierta para qué obra lo fue o si abandonó el proyecto sin terminar.
De hecho, casi lo único que se conoce de la «Virgen con el Niño» es que salió de la mano del genial pintor florentino y que ha permanecido como propiedad de la familia Buonarroti hasta hoy, aunque en el siglo XIX se realizaron sobre ella agresivas intervenciones.
Para que encajara en un marco, alguien cortó el margen superior del dibujo, en el que se cree que se encontraba el velo de la Virgen María.
También se sabe, gracias a una reciente restauración, que Miguel Ángel efectuó sobre los dos folios que componen la obra varios ensayos antes de decidirse por la definitiva composición, con la mirada de la Virgen que se dirige a la derecha del cuadro, huyendo del Niño, colocado a la izquierda.
Este rasgo, que expresa «una maternidad demasiado dolorosa para concluir la relación de amor con el hijo» es «muy propio» de Miguel Ángel, cuyas obras se distinguen de las de los demás artistas renacentistas por su «extraordinaria profundidad», en opinión de Ragionieri.
Sin embargo, en el papel se encuentran pruebas que demuestran que el genio florentino probó una composición «rafaeliana», en la que la Virgen dirige el rostro amoroso hacia la figura del Niño.
Este dato, al igual que los distintos trazos que se distinguen en la cabeza del Niño, sirven para revelar la «meditación constante» del artista, que se planteaba en continuación «si la Virgen debe mirar al Niño, si no; si debe amamantarle o si no», dijo Ragionieri.
También se desconoce el año en que fue compuesta esta misteriosa obra, aunque los investigadores la datan en torno al 1525, cuando Miguel Ángel trabajaba para la familia Medici en la Sacristía Nueva de la iglesia de San Lorenzo, en Florencia.
Por aquel momento, Miguel Ángel ya era un artista consagrado y había pintado su obra maestra, los frescos del techo de la Capilla Sixtina, en Roma, que poco después completaría con el del Juicio Final, tras el altar.
Una de las obras cumbre del Renacimiento, que Miguel Ángel realizó en la misma ciudad en la que ahora pasará la Navidad una de sus pinturas consideradas menores, pero de tanta fuerza y con tal halo de misterio como sólo la mano de genio florentino pudo darle.
Fuente: La Voz de Galicia
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