31 de enero de 2010

Siempre libre

El otro día leí la siguiente carta en el periódico, no conociendo el motivo concreto de la indignación de la autora de la misma. Simplemente la elegí porque su comienzo me llamó la atención y seguí leyendo...
La dejo aquí expuesta:

Como otros muchos, mis comienzos en la carrera de Derecho no fueron vocacionales. Hace diez años comencé mis estudios en la misma, y tuve la gran suerte de que mi primera clase me la impartiese el profesor Blanco Valdés.
En aquellos tiempos, aun con el plan viejo, y en el turno de tarde, su clase era a primera hora, comenzábamos a las cuatro de la tarde, si mal no recuerdo tres horas a la semana.
Podía llover, hacer frío, haber parcial, comer tarde, yo era una de las habituales que no me perdía ninguna de sus clases, y por muchas razones: aquella asignatura cuyo nombre era Derecho Político y aquel profesor consiguieron que quisiera seguir estudiando, que comprendiese que una clase no es simplemente recitar unos apuntes para ?chaparlos?(como, por otra parte, otros hacen); una clase es hacer comprender que nos movemos en un engranaje único pero global, que los Derechos son fundamentales, que cuestionar lo que nos dicen es el camino y que los argumentos coherentes y fundamentados son la mejor arma arrojadiza.
Por ello, lamento profundamente los actos contra el profesor, que a su vez, son actos contra la libertad, no sólo del profesor sino contra la libertad de otros muchos que justamente la aprendimos a través de él.
Estimado profesor, sé que su libertad no se amedrentará después de esto, pero como alumna suya (porque a pesar de los años me sigo considerando así) le animo a continuar con su labor, no sólo a través de sus palabras escritas sino a través de sus enseñanzas en las aulas. Mientras haya, aunque sea sólo un pequeño puñado de alumnos, a los que haga pensar y cuestionar, la libertad siempre ganará.

Después, me he enterado de lo ocurrido:
Un artefacto explosivo formado por petardos de bombas de palenque y una bombona de cámping gas estalló en la madrugada del jueves junto a la vivienda de Roberto Blanco Valdés, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago. A falta de información sobre los responsables -la policía abrió ayer la investigación-, el profesor lo atribuyó al entorno del "independentismo radical". En los panfletos esparcidos por el suelo se podía leer "antigalego" o "profesor inimigo do galego". La explosión dañó la puerta del garaje.
"Es la tercera vez desde noviembre", señaló a este periódico el columnista de La Voz de Galicia. "Primero nos tiraron un cóctel molotov, después quemaron una rueda con gasolina en la valla del jardín". Para el profesor, los ataques se producen por su visibilidad mediática: "Me atacan por ejercer la libertad de expresión".
Conocido por sus posiciones críticas con el nacionalismo y el proceso de normalización lingüística, Blanco Valdés trazó un relato de consecuencias políticas. "Es peligroso señalar objetivos a los fanáticos porque pueden pasar cosas como éstas", afirmó. "A mí me han dicho que soy enemigo del gallego desde posiciones democráticas, y ésa es una patraña asquerosa".
El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, condenó tras el Consello "estos atentados contra las libertades". Y trajo a colación la quema de una bandera española durante la multitudinaria manifestación contra la política lingüística del PP. "Esto me reitera que Galicia es libre y bilingüe", dijo. El PSdeG expresó su "condena rotunda" de los hechos, igual que el BNG se solidarizó con Blanco Valdés y su familia, "víctimas de un irracional acto de barbarie".
Fuente: El País


Y hoy acabo de leer lo escrito por Santiago Rey en La Voz de Galicia:
Me honra declararme amigo de Roberto Luis Blanco Valdés. Son muchas las virtudes que adornan su figura. Se puede empezar por lo más íntimo, por su amabilidad, su cordialidad, su constante presencia de ánimo. Su inusual calidad humana es perceptible para cualquiera que lo haya tratado mínimamente. Se puede continuar recordando su prestigio académico. Catedrático de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago, Blanco Valdés es un referente en su materia y goza de un prestigio en su ámbito científico que trasciende nuestras fronteras. Así lo acreditan su amplia bibliografía y sus numerosos cursos y conferencias en campus extranjeros, como Roma o Georgetown.
Como editor, es obvio que debo incidir también en su faceta más pública, la del articulista que ilumina las páginas de La Voz de Galicia desde 1989, con unos textos brillantes en la forma y singulares por su constante honestidad intelectual.
Pero creo que he glosado muy a vuelapluma la figura de Roberto Blanco Valdés, pues todavía me queda por referir la cualidad que, a mi juicio, lo convierte en un hombre de una hechura admirable: su constante fidelidad a un ideario donde mandan los valores de la democracia, la coherencia en el pensamiento y el respeto a las libertades ajenas, cueste lo que cueste. Y es evidente que a Roberto le ha costado, y le cuesta, muchas amarguras exponer su verdad, que es muchas veces también mi verdad y la de centenares de miles de lectores.
Blanco Valdés es la antítesis de los sofistas, tan abundantes hoy en el articulismo español, escritores amorales capaces de defender una tesis y su contraria. Roberto no se mueve. Defendió las libertades luchando contra la dictadura en primera línea y hoy sigue haciéndolo, cuando nos amenazan nuevos amagos de tiranías, por fortuna antagónicas con el ADN gallego y condenadas de antemano al más absoluto fracaso. Es un sarcasmo nauseabundo que se presenten como defensores de Galicia quienes amenazan y atentan contra un hombre que ejemplifica lo que ha de ser un gallego de bien. Blanco Valdés, que habla uno de los gallegos más hermosos y correctos que he escuchado, pues es su lengua de cuna, ha dedicado largas horas de estudio a nuestro autogobierno, ha seguido en primera línea los avatares de nuestra política autonómica, contribuyendo con sus críticas a su regeneración en días oscuros y hasta por tradición familiar ha sufrido por la causa de la libertad, pues es sobrino-nieto del intelectual galleguista Roberto Blanco Torres, asesinado por sus ideas en septiembre de 1936.
Conozco a Roberto. Sé que seguirá siendo como es, siempre libre. Le mando mi abrazo más afectuoso, que entiendo que hoy es el de toda Galicia. Somos un país de concordia. Lo seguiremos siendo a pesar de algunos intentos marginales, pero inquietantes, de inculcar la exclusión y el odio. La historia nos enseña que la luz ilustrada siempre acaba derrotando a la oscuridad sectaria.
Fuente: La Voz de Galicia

Lo cierto es que parece tan obvio lo que se critica que creo que sobran las palabras para explicarlo. Puede que muchos no estén totalmente de acuerdo con el camino seguido por Blanco Valdés o Fernández-Latorre, pero lo que está claro es que con ciertos comportamientos se pierde la razón totalmente, incluso aunque se tenga. Debo reconocer que yo no conocía a Blanco Valdés, por lo menos de una forma consciente, y con lo que me quedo de todas estas lecturas relacionadas es con la carta de su alumna. Es suficiente para pensar que este hombre dejó una importante huella en su vida que no muchos profesores dejan. Por eso merece todos mis respetos. Por eso y por mucho más, claro.

2 comentarios:

Julio dijo...

Hola, Campu

He leído todos los textos. No conozco ni al profesor ni a los 'visitantes'.

Entiendo el lenguaje de los escritos y las palabras razonadas. Lo que nunca he entendido, ni entenderé, es el de la coacción, la obligación, la presión, las amenazas, los cohetes o las bombonas de cámping.

Campurriana dijo...

Libertad de expresión dentro del respeto, Julio. Fuera de él no hay nada que escuchar.

Por cierto, a partir de ahora voy a estar más "conectada", por lo que nos veremos un poquito más...

Felices sueños a ambos.