DRAGOLANDIA: Dos textos
¿Qué buscan, qué pretenden, qué esperan los lectores, ya sean navajeros de internet, ya personas de buena voluntad, cuando inscriben comentarios al pie de los blogs ajenos? Sé que en este mío los hay, como en los de todo quisque, pero aviso por enésima vez a quienes los dejan de que jamás los leo.
Rectifico. Lo hice sólo cuando murió Soseki, y no me arrepiento, porque la gente, con muy pocas excepciones, se volcó en aquella ocasión, me envió consuelo y me demostró que no todo, en la condición humana, está perdido. Sucede, eso sí, que quienes más gritan son las malas personas, mientras las buenas suelen permanecer calladas.
Quizá lo único que busquen los comentaristas sea charlar o litigar entre ellos. De ser así, me callo. No es asunto mío. Pero si lo que esperan es que yo dé señales de vida, van dados, y eso me inquieta, porque, siendo como soy persona bien educada, no me gustaría que mi silencio se interpretara como un gesto de descortesía.
¡Qué le vamos a hacer! Soy así. No me interesa lo más mínimo la opinión ajena. No escribo para comunicarme con los demás ni para convencerles de nada. Escribo sólo para expresarme, y seguiría haciéndolo aunque estuviese en una isla desierta sin botella alguna para hacer a la mar mi manuscrito.
Tampoco, por parecidas razones, se me ocurriría nunca enviar comentarios a otro blog. ¿Y cómo diantre podría hacerlo si no los leo?
Así es, y en esa rigurosa dieta de ayuno informático llego el extremo de desconocer por completo lo que se cuece en mi web, alabada por muchos gracias al talento, la dedicación y la profesionalidad de Javier Redondo Jordán, que es quien se ocupa de ella, pero en la que nunca -nunca, digo- he entrado.
Ayer, leyendo el último libro de Rafa Chirbes (Por cuenta propia – Leer y escribir, Anagrama), al que entrevistaré un día de estos para Las Noches Blancas, encontré este párrafo, que hago mío de pe a pa…
“No participo en blogs, o en foros de literatura virtual: me asusta esa labilidad de lo que se escribe en la pantalla, incluso cuando redacto los sesudos e-mails que dirijo a algunos amigos: se trata, en definitiva, de palabras que duran tan poco como si no hubieran sido escritas. Me deprime que la palabra escrita, que fue creada para fijar las cosas, sea una voluta que se disuelve en el aire; que unas frases sustituyan y eliminen velozmente a otras. Los blogs convierten en el colmo de lo efímero lo que nuestro amigo Fonollosa quería eterno, al tiempo que le quitan al autor el peso de la responsabilidad; es decir, cualquier atisbo de autoridad. Del mismo modo que reclamo cierto respetuoso ritual en torno a las obras literarias, estoy convencido de lo destructiva que puede llegar a ser esa continuidad de los blogs entre lo que es cháchara y lo que se supone que es un texto escrito con voluntad literaria de durar. Yo mismo puedo llenar decenas de páginas hablando sobre esto y aquello en pocas horas, y, sin embargo, paso meses para poner un poco de orden en los textos que escribo para que se publiquen”.
El segundo texto, que no es de Chirbes, dice así…
“Nada vale tanto como la pacífica alegría de sentirse acorde con la propia estrella. Sólo son felices los que saben que la luz que entra por su balcón cada mañana viene a iluminar la tarea justa que les está asignada en la armonía del mundo.»
Poesía en prosa o prosa poética. Me la leyó ayer Ignacio Santos, pintor, editor de la afilada revista Mu y propietario del agradabilísimo restaurante Maximiliam (calle de Santiago, 10, en Madrid, cerquita de la Plaza Mayor), mientras compartíamos un secreto ibérico y una botella de Marqués de Murrieta. El texto está enmarcado y colgado en una de las paredes de ese establecimiento.
Adivina adivinanza… ¿Quién lo escribió? Daré una pista. No fue Kipling, pero el If era lectura favorita de su autor.
Averígüenlo los lectores sin acudir a internet y envíen las respuestas a este blog. Por una vez, y sin que sirva de precedente, leeré sus comentarios.
Me gusta y me irrita, alternativamente, este 'egotista' empedernido.
ResponderEliminarA veces me lo salto, porque le veo venir. Pero siempre siento algo. Raramente me deja impasible. O le envidio por decir lo quesiente o me irrita cuando sobreactúa y le digo , sin palabras, 'ya está bien de tirarte 'pegotes!
Jajajajaja. No podría haberlo expresado mejor, Náufrago. Es exactamente lo que siento yo cuando este hombre abre la boca. Una relación amor-odio casi incomprensible...(supongo que como todas las relaciones de este tipo)...
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