Disparase a donde disparase, allí estaban ellas. En cualquier rincón aparecían como si fuesen restos de una conciencia que no deja descansar ni a lo largo del día. Entre los susurros de una conversación íntima, sobre las aceras de las calles de la ciudad, a la puerta de las viejas casas de los barrios bañados por canales...Tan iguales y tan diferentes. Tan hermosas, tan frías...
Como decía Delibes en uno de sus relatos: ¡No mires a la rueda! Los ojos siempre adelante.
No he sido un buen ciclista. No monté en una bici hasta que tuve 13 años. Fue una bici prestada. En aquellos tiempos difíciles, de familias numerosas, no era fácil que los Reyes dejaran esos "sueños" de dos ruedas en los zapatos...
ResponderEliminarEse 'artefacto' fue siempre un lejano sueño deseado. No sé qué siguen teniendo para mí estos vehículos de dos ruedas. Me gusta que, de nuevo, hagan competencia a ese 'hermano mayor', 'padre' o 'tío' que presumen de sus cuatro ruedas...
Pero no hay color entre poder llevarlas o que sean ellos/as las que te lleven.
No es extraño que nos atraigan.
Bonitas fotos
Douce, yo hace siglos que no monto en bici. Lo cierto es que ya me está entrando el gusanillo de nuevo. Me gustaban cuando era niña a pesar de las cicatrices que conservo en las rodillas...y creo que ahora también me gustarían...
ResponderEliminarSi no, ¿a cuento de qué tanta entrada de bicicletas en el blog?...
;)
Siempre adelante...
ResponderEliminarBesos...!
Amsterdan? oh sorry yes. casi casi como en Pielagos, que envidia.
ResponderEliminar¿Será por bicicletas?
ResponderEliminarEn mi casa tenemos una estática que es aburridísima. Por más que pedaleas, siempre estás en el mismo sitio.
Mejor las que se mueven, como éstas de Amsterdam.
Y si es cuesta abajo, chachi lerendi.
Saludos.
Cuántas heridas de guerra tengo...cada vez que las miro, sonrío...
ResponderEliminar:)