6 de julio de 2011

Antonio Gala y su enfermedad

Navegantes, tenéis que perdonarme porque últimamente no hago más que repetirme en este saloncito. Lo cierto es que estoy un poco cansada de una actualidad cansina. Quizá la culpa sea más mía que de los de la ceja y demás protagonistas de los días que corren...Quizá es que necesito unas vacaciones, desconexión, naturaleza y meditación...

No lo voy a negar; llevo unos días con actualidades complicadas y ya no sólo por esta panda que nos desgobierna...

Esta mañana he podido leer un artículo que me ha hecho pensar y eso es algo que no consiguen demasiadas columnas últimamente. Trata de la enfermedad de Antonio Gala. En el blog del Náufrago he puesto una frase que quisiera escribir aquí también:

"He leído varias columnas sobre el tema. Ya conocía la suya. Le felicito por su valentía, su sinceridad. Gala no me encanta pero tiene algo que sí me encanta. Mucha fuerza y no dejes de luchar nunca".
Sin más, os dejo aquí la citada columna del desayuno por si la queréis leer:
Aunque las cosas van cambiando lentamente, lo cierto es que todavía no es moneda corriente hablar con naturalidad de la muerte y de la enfermedad grave que nos va minando la salud y nos acerca inexorablemente al final de nuestros días. Lo que impera, más bien, es una especie de tabú, de velo que todo lo quiere ocultar (como si los desmanes que la enfermedad ocasiona en el cuerpo y en el ánimo fuesen tan fáciles de maquillar); incluso muchos familiares (y no pocos profesionales sanitarios) caen en la tentación de una especie de conspiración del silencio, negándole con ella al enfermo (muchas veces a las puertas mismas de la muerte) la posibilidad de hablar de lo que le ocurre, de prepararse para la partida, de despedirse de los suyos, con todo lo que eso lleva aparejado. Por esa razón, gestos como el de Antonio Gala son enormemente valiosos, toda una lección de vida. Resulta más necesario que nunca desdramatizar en lo posible lo que no es sino un hecho natural. Esto nos hará más fuertes y nos capacitará para vivir mejor y más intensamente nuestra propia fragilidad y vulnerabilidad.

En este orden de cosas, los periódicos proporcionaban ayer otro dato especialmente necesitado de una reflexión seria y profunda: una de las consecuencias de la crisis económica que venimos padeciendo es el incremento en un 25 % el número de suicidios y en un 15 % el de nuevos casos psiquiátricos. Esto nos indica, en mi opinión, dos cosas: que el umbral de tolerancia a la frustración está cada vez más bajo y que estamos fracasando a la hora de ofrecer soporte emocional a nuestros conciudadanos. Esto no es una novedad, varios autores venimos alertando en los últimos años de la necesidad de formar personalidades fuertes, y esto requiere un compromiso educativo por parte de todos.

No es bueno escamotear este aprendizaje a las nuevas generaciones. Todo eso abre un nuevo campo de intervención social que pone a prueba la capacidad de nuestra sociedad y de sus instituciones para adaptarse a la realidad de la fragilidad existencial. Las sociedades se han diferenciado (y se diferencian) en la manera cómo consideran y cómo tratan a aquellos de sus miembros más débiles y vulnerables. Como escribió Víctor Frankl, "solo el sufrimiento asimilado deja de ser sufrimiento".


José Ramón Amor Pan

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Cuánta razón. No es bueno que las nuevas generaciones no aprendan a enfrentarse con la muerte y la enfermedad. O con una crisis.

Douce dijo...

“¿Cómo hay que morir?

Ésta es una pregunta que nos asusta y a la que nuestro mundo da la espalda. Ha habido civilizaciones que miraban a la muerte cara a cara, sociedades que tenían bien trazado, tanto para la comunidad como para sus individuos, el camino final. Le daban un sentido a la conclusión del destino, le conferían su riqueza.

Seguramente nunca en el pasado las relaciones con la muerte han sido tan pobres como en estos tiempos de sequía espiritual en que los hombres, apremiados por existir, parecen eludir el misterio. Ignoran que, de este modo, privan al gusto por la vida de una de sus fuentes esenciales.

Este libro es una lección de vida. Nos ilumina más intensamente que muchos tratados de sabiduría. Porque no es tanto un ensayo filosófico como un testimonio de la experiencia humana más profunda. Su fuerza emana de los hechos y de la sencillez de su representación…”

François Mitterrand.

PRÓLOGO del libro de Marie Henzel “La muerte íntima”

Campurriana dijo...

Pedro, es tan cierto lo que dices...la muerte forma parte de la vida de todos y todos tarde o temprano nos encontraremos con ella de una manera u otra...Creo que perdemos mucho intentando ocultarla. Perdemos mucho de la vida...

Interesante, Náufrago. Definitivamente, ésta no es la decisión correcta. De este modo, nos perdemos tantas cosas del camino previo...