27 de mayo de 2012

Tierno Sostres

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Cuidar de dos almas

LLEVABAN 42 años casados y aunque a veces los hombres bromeamos sobre el carácter de nuestras esposas, sin su presencia insistente nuestras vidas se desvanecen. Si se nos mueren primero nos quedamos mucho más solos y desamparados de lo que se quedan ellas si el trágico orden es el inverso. No hay ningún hombre que haya hecho algo realmente valioso sin una mujer que le haya guiado, que le haya templado, que le haya ayudado a potenciar sus virtudes y a disimular sus defectos. Nuestras mujeres, además de vivir sus vidas, con su trabajo y sus méritos, sus afectos y sus agotamientos, se hacen cargo de la nuestra de un modo incondicional y conocen tan bien nuestras debilidades que saben cómo alejarnos de ellas sin que se les note el cuidado, mientras nosotros fanfarroneamos de lo inteligentes que somos y de la habilidad con que nos zafamos de cada situación complicada.

Me casé con una mujer audaz y hermosa, la noche en que la conocí ya supe que sería ella y al cabo de un mes le pedí matrimonio, aunque no me dijo el sí definitivo hasta el día que hizo un año exacto de nuestro primer encuentro. Me he acostumbrado de tal modo a vivir con ella, a reír, a resistir, a no tener miedo con ella; me he acostumbrado a su mitad hasta tal punto que me confundo con su ser y la necesito como necesito cada parte de mi espíritu y de mi cuerpo. Desde que tuvimos a nuestra hija la comunión es total, el engranaje funciona sin fisuras, y aunque a veces nos distraemos con algunas rabietas incendia-rias, existe de fondo algo tan unitario y sagrado, y con los objetivos tan claros, que en esencia es muy difícil distinguirnos y saber de quién es cada parte.

Llevaban 42 años casados y ella murió el martes de un inesperado infarto después de haber superado un cáncer. Ésta es mi viva imagen del terror, además de que a mi hija le sucediera algo. El gran drama de llegar a amar a alguien como yo amo a mi esposa es que si la muerte me la arrancara quedaría de mí sólo una sombra. Amar es cuidar de dos almas y mi mujer hace tan bien este trabajo que si un día la perdiera no sabría dónde encontrarme.

Con mis amigos hago broma de sus arrebatos, de cómo me censura los excesos o de cómo farfulla, cual máquina de segar césped a lo lejos, cuando las cosas no se hacen exactamente como ella quiere. Pero el auténtico arrebato, de pavor y de tristeza, es el que siento cuando leo noticias como que después de 42 años de amarse, necesitarse y compartirse, ella ha muerto. Intento no pensar en ello, pero al final es lo único en lo que pienso, y escribo este artículo como si me armara con una lanza y un escudo, como si pudiera ahuyentar la fatalidad escribiéndolo.

SALVADOR SOSTRES

La verdad es que suelo leer sus columnas. Unas me gustan, otras no tanto, y algunas me llegan de una forma especial.
Hoy la he agradecido entre tanta crueldad de portada. Sin ir más lejos, acabo de abrir la prensa y me he encontrado al lado de la fotografía de una receta de alcachofas una sucesión de cuerpos de niños muertos. Me pregunto si algo positivo aporta esta última imagen...

Gracias, Sostres. Se ve que tienes también tu corazoncito.

6 comentarios:

Juan Nadie dijo...

Vaya con el Sostres, quién lo iba a decir, con lo talibán que parecía.

Douce y Cía dijo...

Leí hace unos días este artículo y también me sorprendió. No es frecuente entre los articulistas que se 'desnuden' personalmente. Lo suyo es esconderse detrás de sus 'literaturas' y sus 'citas' y barrer discretamente para la casa que les alimenta...

Lo raro en estos tiempos en las ‘plumas’ que nos adoctrinan es que digan lo que de verdad sienten. No puedo decir que 'conozca' a Sostres, solamente a través de algunos artículos 'políticamente incorrectos', que unos aplauden y otros detestan.

Esta 'confesión'(?) personal sin duda le 'sensibiliza' cosa que los hombres no suelen o solemos exponer.Sea como sea, me gusta. Me quedo con esa frase que envidio: "Amar es cuidar de dos almas y mi mujer hace tan bien este trabajo que si un día la perdiera no sabría dónde encontrarme."

Douce y Cía dijo...

Esta tarde, buscando otro texto, me encontré este poema de Jaime Sabines, un poeta mexicano que releo a menudo.

Creo que hace juego con el texto de Sostres. ¿Por qué no leer las cosas que soñamos, aunque no lo vivamos? Aquí te lo dejo, por si te sirve.


ME TIENES EN TUS MANOS...

Me tienes en tus manos
y me lees lo mismo que un libro.

Sabes lo que yo ignoro
y me dices las cosas que no me digo.

Me aprendo en ti más que en mi mismo.
Eres como un milagro de todas horas,
como un dolor sin sitio.

Si no fueras mujer fueras mi amigo.
A veces quiero hablarte de mujeres
que a un lado tuyo persigo.

Eres como el perdón
y yo soy como tu hijo.

¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo?
¡Qué distante te haces y qué ausente
cuando a la soledad te sacrifico!

Dulce como tu nombre, como un higo,
me esperas en tu amor hasta que arribo.

Tú eres como mi casa,
eres como mi muerte, amor mío.

JAIME SABINES

Campurriana dijo...

Me aprendo en ti más que en mi mismo...

Gracias, Náufrago. Por compartirlo.

Juan, Sostres es el rey de la atención. Sabe hacerlo muy bien. Tanto para unos lados como para otros...me gustan sus no-pelos en la lengua...me gusta la gente que se moja.

Feliz tarde.

Toy folloso dijo...

He sugerido a mis animosos lectores la visita a tu blog, y a este post en concreto....

Campurriana dijo...

Gracias "Toy folloso". Estás invitado cuando lo desees. Igual que tus lectores.
Bienvenidos a éste, mi humilde saloncito.