He regresado a Umbral. Habla aquí de lo cutre, de España, de otras cosas.
Especial su pluma. Parece que aún está la tinta mojada...
Lunes, 3 de noviembre de 1986,
El español y lo cutre
La palabra cutre pertenece a los viejos argots, pero la juventud la ha
revitalizado / Hay el cutre involuntario, natural, que da la vida, y el
cutre deliberado, como un feísmo, que da el arte / Ignacio Aldecoa fue
un veneciano de los poceros, como hoy hay muchos poetas cutres de
Fiésole / Lo cutre, como lo sublime, no lo da el tema, sino el creador /
Antonio López es la velazquización de lo cutre / Franco fue el gran
consagrador de lo cutre / En España, la baudeleriana "nostalgia del
lodo" no es sino nostalgia de lo cutre / Lo cutre es una miseria que se
cree sublime / Galdós y Baroja, maestros de la cutreidad nacional / Lo
cutre no es lo cursi, que está un punto más arriba, ni lo proletario,
que está uno más abajo, y a mucha honra / El gran pintor y escritor de
lo cutre es Solana / La vigencia estética de lo cutre es el mejor
síntoma sociológico de su superación.
La palabra cutre es una palabra rancia de viejos
argots, que uno jamás ha usado, pero los jóvenes (los jóvenes creadores,
claro) la han revitalizado y puesto en uso, no sin la consiguiente
ironía, de modo que ya se puede escribir sobre lo cutre sin
quedar cutre.Lo que más le interesa a uno de lo cutre, naturalmente, no
es el cutre involuntario, natural, la "herencia recibida" de lo cutre.
Lo que más le interesa a uno de lo cutre es, naturalmente, lo cutre como
estética, la estética de lo cutre, la fórmula del feísmo nacional que llamamos cutre. Lo cutre, no es sino otro preciosismo. En la última película de Fernán-Gómez, El viaje hacia ninguna parte,
hay mucho cutre. Un cutre, deliberado en el que Fernando se recrea,
como hacía Buñuel, dándolo directamente, en crudo, sin caer en el
esteticismo de lo antiestético. Y aquí de una reflexión literaria sobre
lo cutre, con perdón. Un cuento sobre poceros, de Ignacio Aldecoa, en
los cincuenta/ sesenta, era tan preciosista como un poema de Gimferrer,
padre y maestro mágico de novísimos y postnovísimos, hoy. Porque lo
cutre o lo exquisito no están en el tema, claro, sino en el tratamiento.
Aldecoa da a las caries de un tabernero un tratamiento exquisito,
literariamente excelso. En esto sería un postnovísimo y lo que menos
importa es el objeto, la muela picada, sino, como siempre, la escritura.
Nuestros porno de los veinte, Hoyos y Vinent y todo eso,
quieren hacer la gran novela cosmopolita y europea, a lo Paul Morand,
pero se quedan cutres. Y no porque Madrid no sea París, que eso poco
cuenta, sino porque ellos no son Paul Morand. No hay gran diferencia,
pues, entre el socialrealismo de postguerra y el venecianismo posterior. La diferencia, en todo caso, no está en los temas, sino en quien los trata.
Aldecoa es un veneciano de los poceros (o Ferlosio), y hoy
nos invaden los horteras, los cutres de lo veneciano. Nadie se salva por
el tema ni por el género, hermanos. Cada cual se salva por sí mismo, o
se pierde. Explicado esto, parece indudable que España, a fuerza de ser
cutre, siendo cutre a la fuerza, ha reflexionado sobre sí misma y ha
hecho de lo cutre (ahora que vamos a estar en el Club de los Diez) un
género estético como el barroco jesuita, el tremendismo de Alenza, el
geometrismo de Sempere (junto a cuya silla de ruedas me arrodillé en sus
últimos momentos), o el cine/comic, de Almodóvar.
Lo cutre, pues, se ha vuelto velazqueño en la pintura de Antonio
López, en el cine de Fernán-Gómez y Gutiérrez Aragón, en el teatro de
Alonso de Santos, en el género ínfimo interpretado por un aristócrata
como Luis Escobar. De lo cutre, que durante siglos ha sido la constante
de la vida española los genios hicieron siempre su estética. El Lazarillo,
toda la novela picaresca, Quevedo a ratos (pues que Quevedo lo hizo
todo, paseándose siempre entre el cielo y el suelo), Vélez de Guevara.
El XVIII le pone peluca a lo cutre, pero Galdós y Baroja nos dan ya lo
cutre del XIX, retrospectivamente. Joaquín Costa, en su casa aragonesa,
dejando la grasa del pelo (no lavado) en la pared donde apoyaba la
cabeza, y sus fervientes,
enmarcando esa huella de grasa en el museo/Costa, suponen para mí el
máximo fetiche de lo cutre en la Historia de España. Lo he visto y me he
mecido en la mecedora de Costa.
Franco fue el gran consagrador de lo cutre. Había que ser cutre
(modesto, cumplidor, sufrido) para hacer carrera con Franco, y entre los
cien ministros de su mandato de los 40/40 sólo hubo dos hombres con
personalidad: Girón y Fraga. El resto es una gris sucesión de cutres con
orla.
En estos días se denuncia la progresiva degradación de las calles de
Montera y Barco, que siempre fueron calles de lenocinio. Llamar a esta
zona "barrio chino", como hace la Prensa, es redimirla, prodigarle un
encanto casi turístico. Pero nuestra prostitución es cutre, y ya se ha
dedicado en esta serie una entrega a "las niñas".
El español, cuando va a los barrios de putas de cualquier ciudad
española, experimenta no sólo el placer que busca, sino ese otro placer,
que no busca ni racionaliza, de la inmersión en lo cutre, que los
franceses llamaron "nostalgia del lodo". Jardines, Caballero de Gracia,
Ballesta, son el eterno barrio chino madrileño, que sólo ahora,
irónicamente, va teniendo una cierta nota chinesca, por los restaurantes
exóticos que se instalan en ese triángulo mortal de las Bermudas
locales. Venta ambulante, incontrolada, zocos callejeros, mendicidad
infantil -¿y cómo imaginar unos zocos no callejeros?-, prostitución de
esquina, drogas, delincuencia. Es el reino de lo cutre. Uno tiene
definido lo canalla como "un cutre que se cree sublime". Basta
frecuentar un poco las negras de la calle de la Cruz o las blancas de la
plaza Jacinto Benavente para persuadirse de que la puta se cree sublime
en el reino de lo cutre. Lo cutre, pues, consta de dos, como los Reyes
Católicos: lo cutre canalla y lo cutre honrado, que, naturalmente, es
mucho más cutre. Es lo cutre resignado, sin rebeldía canallesca. Lo
cutre español está en el cine de Berlanga, en la pintura de Moreno
Carbonero y, otras carbonerías, en las novelas de Galdós y Baroja, en la
música de Chueca. Es lo cutre asumido (y perdón por la vieja palabra progre).
Uno diría, apurando las cosas, que hay cutre en la poesía de
Antonio Machado, que no es sino la gran lírica del aburrimiento
nacional, Soria o Baeza, da lo mismo. No sé si ha quedado dicho en este
capítulo, pero son cutres Galdós y Baroja, porque aceptan gozosos la cutreidad
española, mientras que no lo es Valle-Inclán, que trata lo cutre,
estableciendo una distancia estética, o Cela, que establece siempre una
gran distancia irónica: pero esto ha quedado claro a propósito de
algunos socialrealistas de la segunda generación de postguerra.
Lo cutre, en fin, es la gran tentación nacional, y a cualquier
director de cine le sale mejor una pensión con los resortes de la luz de
perilla que con los de suave tacto como casual, que, por otra parte,
pueden ser igualmente literarios, como nos ha demostrado el cine
americano. Lo cutre, superado en España por la novela y la, poesía,
sigue vigente en el cine porque los realizadores consideran más
fotogénica la pobreza que el lujo o la técnica. Sobre todo, los
realizadores intelectuales, claro. Lo cutre sigue vigente en la vida
española, en algunos cafés, en algunas pensiones, y hay que tener muy
fina hiperestesia para diferenciar lo cutre de lo proletario. Lo
proletario no es cutre. Lo proletario enseña una estética más ruda y,
sobre todo, ha sido dignificado como "depositario de la Historia". Lo
cutre es la clase media baja, que no da para más. Lo cutre es aquello
que Gómez de la Serna llamó "lo cursi", y sobre lo que hizo un ensayo
genial en la revista de Bergamín, Cruz y Raya, que por sus
signos (X / -), Juan Ramón Jiménez llamó "la revista de más o menos".
También Benavente escribió una comedia sobre lo cursi, y luego se dijo
cutre, y ahora vuelve a decirse, porque los jóvenes repescan
irónicamente algunas palabras del argot paterno, como "pendón". Así,
Olvido Alaska dice que "Drácula es un poco pendón".
La diferencia está en que lo cursi es una mediocridad que se cree
sublime (como lo canalla), mientras que lo cutre ya no espera nada de la
vida, es más natural, más crudo, más rudo, más directo, y huele más y
mejor a urinario de pueblo. El español, en el fondo, ama lo cutre,
porque se ha criado, generalmente, en la cutreidad, como ama lo
cursi porque, al decir de Ortega, "lo cursi abriga". Lo cursi es un
subrayado rosa e innecesario de la vida, y lo cutre es la vida tal cual,
en directo, con su aldeana pretensión de confort.
El gran pintor y escritor de lo cutre es don José Gutiérrez Solana,
naturalmente, que pintó y escribió las gallinejas de Ventas mejor que
todo el 98 y sucesores. Solana es un señorito santandérino, un poco
burro, que se queda estupefacto ante lo cutre de Madrid, que ve como el
reborde ebanístico y sobrante del espejo, como lo gordo de la carne.
Otros han pintado lo cursi, pero Solana pinta directamente lo cutre, y
de ahí su grandeza. Es el Van Gogh, igualmente loco, pero con dos
orejas, de las giganteas rnadrileñas de lo cutre, que son esas giganteas
que aún se venden los domingos, por las esquinas con soldados, como
girasoles del sol de los pobres.
Lo cutre, en fin, a medida que lo vamos superando y olvidando en la
vida, tiene más vigencia en el arte, y ahí está, ya digo, lo cutre,
estilizado, velazquizado, en la pintura genial de Antonio López, en el
cine de Berlanga, Fernán-Gómez y Gutiérrez Aragón.
Para un sociólogo, esta vigencia estética de lo cutre será, sin duda,
el mejor dato de su superación social y económica. Como dijo don
Antonio, sin ser economista, "se canta lo que se pierde".
5 comentarios:
cutre es belen esteban, señora o señorita que si se presentara a las elecciones generales seria tercera fuerza politica, ojo al dato. con eso queda dicho todo
besotes
Genial Umbral y que poco apreciado fue
Un abrazo
Soberbio, muchas gracias por rescatarlo.
En el fondo, Umbral quería ser un dandy. Bueno, hubiera querido ser Larra. Pero llegó a ser Umbral, que fue mucho. Su problema es que no supo ser coherente totalmente con su vida y su escritura. ¿Pero quién puede?
Uno de los mejores prosistas del siglo XX.
La fotografía la puse porque me encantó. Que conste en acta que Marilyn es deliciosa.
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