18 de mayo de 2013

Seguimos con la lengua de las mariposas...



Recordaba ayer a este gran hombre de nuestro país. A pesar de su genio, era un genio de tantas cosas... Lo recordaba como hombre que enriqueció nuestra cultura, que aportó algo importante a este espacio que cada vez se nos queda más vacío de pensamientos o los pensamientos son otros.

Volví a leer en La Palabra Olvidada una de las despedidas que le dedicaron; una de tantas.

El viaje a ninguna parte

Se ha muerto Fernando Fernán-Gómez y ahora estamos algo más huérfanos de padres culturales. Lo mismo que hay “padres de la Constitución” también hay “padres de la cultura española”, aunque ésta haya devenido en cacharrería y chiringuito y rastreras subvenciones. Siempre me llamó la atención Fernando Fernán-Gómez porque encarnaba al “cómico” de toda la vida y desde que nació parece que su existencia no podría entenderse sin las tablas, sin esas tablas de baúl de la Piquer, camiones por los páramos castellanos y pensiones de mala muerte. Tiene muchísimo mérito todo el cine español de las décadas del blanco y negro, pero tal vez ahora nos cuesta más darnos cuenta de ello, ahora que priman el botox y las tetas de silicona y la superficialidad más inoperante e incauta e irrespetuosa. 

Fernán-Gómez es el cómico de la ruina y la voz fuerte y cálida, el pendenciero, el galán tortuoso y el maestro republicano traicionado por los mismos niños a quienes había encandilado enseñándoles la lengua de las mariposas: el maestro fue sin duda el mejor maestro que habrían de tener esos niños, lo mismo que Fernando Fernán-Gómez ha sido el mejor actor español que pudimos ver en la pantalla. Pero pasa que su presencia era una “presencia habituada” en nuestras vidas y uno siempre piensa que las “presencias habituadas” que pueblan sus paisajes personales no van a morir nunca. Para mí Don Quijote tiene la voz de Fernando Fernán-Gómez, lo mismo que Sancho Panza tiene la de Antonio Ferrandis: tal fue el extraño aroma de belleza que dejó en mí, cuando niño, aquella serie de dibujos animados que por primera vez me acercó a un clásico español. Me gustaba Fernán-Gómez especialmente por su gran curiosidad intelectual: por ese regreso constante a los clásicos de la literatura española para alumbrar nuestros años contemporáneos, por sus recreaciones de ese Lazarillo, por ejemplo, que nadie sino Rafael Álvarez El Brujo podía encarnar. Se ha muerto Fernán-Gómez y ahora no sé yo muy bien quién sería capaz de llevar a la pantalla a un clásico de nuestras letras con tantas sutilidades y sugerencias. 

Era un escritor: no he leído sus novelas, pero sí la magistral Las bicicletas son para el verano y numerosos artículos de prensa que hablaban de libros y de cine y destilaban un estilo literario que para sí quisieran muchos que cacarean de escritores. Fernando Fernán-Gómez era un contador de historias, un caballero cervantino que contaba muy bien las cosas, fuera sobre el papel o rodando una película: méritos más que suficientes para ser académico de la Lengua. La institución que limpia, fija y da esplendor debería tener más en cuenta a esa gente del cine que también limpia el alma, fija el recuerdo al celuloide y da esplendor a las letras con imágenes y textos bellísimos. Recuerdo que Don Fernando dirigió y protagonizó una entrañable versión de La venganza de Don Mendo que, por cierto, me ha funcionado razonablemente  bien entre los alumnos, aunque para ellos, en el mejor de los casos, Fernán-Gómez es el de las “malas” respuestas en los videos de youtube, que ha convertido la anécdota en un lugar común y superficial. Habrá que recuperar esta tarde de la videoteca o “deuvedeteca” alguna película del actor, director y guionista: El abuelo, por ejemplo, que fue la última en que intervino el inolvidable Rafael Alonso… El cine está inoculado en nuestras vidas y actores como ellos dan su rostro a nuestros recuerdos o máscara a las existencias que alguna vez quisimos vivir.

Ha muerto Fernando Fernán-Gómez con el aplauso y el homenaje unánime de todos, como no podía ser menos, incluso en este país descacharrado y envidioso. Quizá aún no nos damos cuenta de lo que esta pérdida supone para nuestra cultura… Por eso pienso que aunque haya muerto sigue caminando por los pueblos de España, como un Lázaro de Tormes o un Quijote medio loco e inolvidable e indispensable. Hoy lo creo más que nunca: él sigue caminando en ese viaje hacia ninguna parte.

2 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

ES un merecido homenaje. Además, en La lengua de las mariposas interpretaba la figura del maestro republicano. Su espíritu es tan distingo a la ley que se acaba de aprobar que merece la pena revisitar esa pelicula.
Besos.

Campurriana dijo...

Creo que todo es más sencillo de lo que parece. Merece la pena también revisitar el libro...lo recuerdo con mucho cariño.
Menos mal que lo grande siempre permanece.
Gracias, Pedro.