26 de noviembre de 2015

El observador tranquilo

Me pregunto dónde irá toda esa genialidad tras la muerte. No quiero pensar que desaparece sin más y los que vienen se la perderán inevitablemente. No quiero pensarlo aunque es mi principal sospecha. Una sospecha tan cruel que alimenta sólo la impotencia de los que vamos quedando. Y todo esto ¿para qué? ¿con qué finalidad extraña?
La muerte no tiene piedad. Se lleva a los malos, a los regulares, a los buenos. Los que esconden bajo su piel sentimientos bondadosos, no debieran desaparecer nunca. Nos dejan a todos huérfanos. Heridos de muerte en vida.



Fragmento inspirado en El duende de la radio, que se nos ha ido en un día de noviembre soleado y otoñal, de luna llena rasgada en Madrid, según palabras de su hijo en su emotiva carta de despedida
Que no es despedida.

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La muerte no perdona. Por eso, el recuerdo.
Besos.

Juan Nadie dijo...

Bueno, la muerte forma parte de la vida, es su última y definitiva manifestación. Aceptar esto es lo difícil.

Seguí las parodias de Luis Figuerola-Ferretti y de su compañero Capitán durante unos cuantos años en la radio. Eran geniales.

Su estación favorita era el otoño, dice su hijo. Eso explica en parte todo lo demás.

Campurriana dijo...

Es lo que nos queda, Pedro. Lo que nos queda...
Un abrazo fuerte.

Juan, yo he escuchado más su nombre por mis padres. Era un hombre bueno, dicen aquéllos que lo conocieron personalmente. Con eso me bastaría para sentir su pérdida.
Entrañable la fotografía del gorro de colores. Su última fotografía pública.

Juan Nadie dijo...

Un hombre bueno, sí, se le notaba.