12 de noviembre de 2018

Escribiendo




Cuando hablamos de amor, quizá no estemos hablando de amor ni por asomo. Estoy segura de que hay personas que mueren sin conocerlo, sin catarlo siquiera. Yo, por suerte o por desgracia, moriré habiendo caído en sus redes salvajes, adorables, crueles también. 

De boca en boca, he ido navegando y naufragando. He cruzado, desde los ríos más caudalosos hasta las bellas estepas, desde los desiertos más duros hasta los bosquecillos de cuento. 
Al final, siempre estaba él. Esperándome. Amenazando con sus palabras impredecibles, sus abrazos llenos de amor, sus miradas tiernas o misteriosas, sus silencios, sus acercamientos inesperados...

Y, suspirando, regreso de nuevo a mí. Al tiempo de la meditación, del desorden, de la sorpresa, de la adivinanza.

5 comentarios:

  1. Un amor correspondido, proporciona la mayor felicidad. Espero que este sea tu caso.

    Besos

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  2. Pero, Campurriana, como dicen los campesinos en Chile, " lo bailao y lo tomao...no te lo quita naiden".

    Un beso austral.

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  3. Ventana, estoy de acuerdo. Aunque, a veces, los correspondidos son también puñeteros. A veces...


    Esteban, el saber campesino no tiene límites.

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  4. Uno debe ser siempre el puerto de salida y llegada de todas las cosas.
    Besos.

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  5. ¡Cuánta razón, Pedro!
    Así, los que tenemos cerca serán más felices también.

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