Acabo de llegar de ver el último trabajo de Woody Allen. Lo visito cada año a través de su cine y, aunque sabía a lo que me exponía en esta ocasión, me atreví a hacerlo una vez más. Este año el título era "Vicky Cristina Barcelona" y, desde luego, no me decepcionó; esperaba una mala película y me encontré con una mala película. Sólo le faltaba a Woody Allen poner la leche Puleva sobre la mesa de la cocina para llenar la gorrita aun más. Realmente triste ver cómo se va mi director corriendo tras el dinero fácil, tras las "limosnas" de Barcelona, de Oviedo, del vino y del pastel...
Como guinda a esta historia vacía, el beso de Penélope y Scarlett, Bardem para las féminas y todos contentos. ¿Qué más se puede pedir?...
Pudo ser peor...se le podría haber ocurrido rodar en la judería de Barcelona cómo el personaje que interpreta Bardem en la película explica a Vicky y a Cristina que los españoles ya éramos estúpidos desde mucho tiempo antes de que lo dijera el personaje que interpreta Bardem en la vida. Lo bastante como para luego de haber expulsado a los judíos tener siglos después que aprobar el rescate de los intereses de los banqueros judíos. Habría sido además una buena escena para que saliera otra vez él mismo en una de sus películas. Si culminamos la escena con un beso de tornillo a Bardem antes de casarse con él que rompiera los esquemas de los homófobos, los católicos y de quienes opinan que hay mucha diferencia de edad, creo que se habrían rebasado todas las expectativas, salvo quizá, la de los asesores de Bibiana/o Aído/a.
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