Distintas formas de elaborar retratos según la época. De la rígidez a la mayor naturalidad, del realismo a la imaginación...
La Fundación Mapfre presenta en su sala del Paseo de Recoletos una exposición con obras de la colección MASP de Sao Paulo. De Tiziano a Picasso, la muestra se divide en dos grandes secciones, una dedicada al retrato solemne y otra al retrato moderno.
A partir del siglo XIII los ricos comerciantes de Flandes y de Italia empezaron a hacerse retratos. Su intención no era dejar un recuerdo a sus herederos. Más bien el pintor tenía la misión de mostrar el estatus socioeconómico del cliente. Por esto, en la mayor parte de los retratos de los siglos XVI, XVII y XVIII eran más importantes los atributos externos a la figura, que la propia figura. De tal manera que al militar se le representaba con armadura y al humanista rodeado de libros. En esta exposición, por ejemplo, el Retrato del Conde Duque de Olivares, realizado por Velázquez en 1624, nos enseña una serie de elementos que explican quién fue este personaje: las espuelas de caballerizo mayor, la llave de camarero real y la cruz de la Orden de Calatrava indican el enorme prestigio del Conde Duque de Olivares en la corte de Felipe IV.
El retrato psicológico
Pero más allá de la dimensión pública de estas pinturas, los grandes artistas supieron desvelar el lado humano de los retratados. Cuando Tiziano, Velázquez, Van Dyck, Frans Hals o Goya pintaban a reyes, religiosos o nobles trataban de plasmar la psicología del personaje, sus aspiraciones y sus inquietudes. Estos cuadros nos miran porque los estamos mirando, porque estamos tratando de descubrir algo que va mucho más lejos de la simple apariencia.
Hasta el siglo XIX el retrato había sido solemne. Solemne porque daba al personaje una presencia particular. No todas las personas podían retratarse, así que tener un retrato demostraba cierto nivel. Pero con la modernidad, las distintas revoluciones políticas y económicas hicieron accesible el arte a todas las clases sociales, lo que trastocó la función que el retrato había tenido hasta entonces. Frente a la realidad pública de este género, cobraron peso los valores psicológicos y espirituales. Ingres y Corot, en la primera mitad del siglo, y luego Courbet, Manet y Renoir, en la segunda mitad, adelantaron lo que Cézanne, Toulouse-Lautrec, Modigliani o Picasso harían con enorme maestría: ver más allá de la mirada, reflejar lo que está más allá de las formas. De cómo se hizo este descubrimiento trata la exposición que puede verse hasta el 20 de diciembre en la Sala Recoletos de la Fundación Mapfre.
Fuente del artículo: esMADRID.com
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