He vuelto a oler su ropa, la cama donde dormía y esa manta que solía tener sobre las rodillas a pesar del verano. Lo necesitaba después de la última vez. Como necesita un niño el roce con su madre para descubrir la ternura del mundo que lo acoge.
He vuelto a escucharla, a acariciar sus manos pequeñas y trabajadoras, a darle esos besos que tanto reconfortaban.
En cada lugar donde ella solía estar, de un modo muy especial, sigue estando.
Regreso con calma y con nostalgia.
Regreso feliz.
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