Iba a comentar algo en el
saloncito sobre aquéllos que ahora reivindican no sé qué en favor de los
más desfavorecidos de esta sociedad porque, curiosamente, sus boquitas no están siendo alimentadas como antaño.
Pero
hablar de los de la ceja y allegados, a estas alturas del día, me excita sobremanera y
eso no es bueno para conciliar sueños.
En su lugar, os dejo esta columna de Fernanda Tabarés que he leído desayunando esta mañana. ¿Qué opinión os provoca?...
Por cierto, la fotografía de Letizia la he añadido porque su caso sí que me ha llamado la atención especialmente, en cuanto a cirujías estéticas se refiere. Si no existían ya pocas contradicciones en su vida, la de su cambio de imagen se lleva la palma.
El día que Renee Zelwegger visitó a su plástico y
se hizo un trasplante de cara fue un mal día para la mujer. Para la
propia Renee y para la mujer en el sentido más absolutamente genérico de
la palabra. Tras salir del cirujano, yo creo que Bridget Jones tendría
que haber acudido a un tanatorio y velar su recuerdo físico, hacerle un
funeral a sus pellejos, encomendarse a su blefaroplastia y despedir a la
persona que fue, a la mujer a la que parieron. Sería una forma ritual
de saludar a su nueva apariencia porque el bisturí dejó de cuerpo
presente a la actriz que salió del quirófano convertida en otra en un
proceso que es lo más parecido a la muerte, esa muerte a la que ahora se
entregan de forma voluntaria y compulsiva señoras bellas e inteligentes
enfermas de esta idea banal y toxicómana de la juventud.
En algún momento de los últimos años las mujeres
nos empezamos a estafar. Ya me dirán cómo explicamos que individuas
cultas e inteligentes, bellezones con muchos posibles, tías estupendas,
señoras de los pies a la cabeza sucumban a esa presión por paralizar el
tiempo que finalmente las convierte en monstruos. Decía Benedetti,
hablando de la belleza, que cada cuerpo tiene su armonía y su
desarmonía. Que en algunos casos la suma de armonías puede ser casi
empalagosa y que en otros el conjunto de desarmonías produce algo mejor
que la belleza. A cada vez más mujeres les cuesta encontrarse la guapura
en sus desarmonías, en esta estafa colectiva que impone un ideal
uniformado que penaliza a las que rompen el molde. O eso creemos.
Lo que falla es la base misma del razonamiento,
esa asociación tan del siglo veinte entre belleza y juventud, como si la
hermosura dependiera solo de los años, como si no hubiera viejas
hermosas y jóvenes horrorosas a las que solo el tiempo mitiga la dureza
de su mueca. Cincuenta años después de la revolución feminista, 165
después de las cuáqueras sufragistas, ¡¡65 después de que Simone de
Beauvoir escribiera El segundo sexo!!, la mujer del siglo XXI
está enferma de autoestima, esa red fragilísima que empieza a tejerse en
cuanto la criatura asoma al mundo y que cualquier cretino pertrechado
con esa agresividad imbécil que exuda un buen complejo de inferioridad
puede cargarse con dos comentarios y una recriminación sexual dicha a
tiempo.
Manuel Fernández Blanco, psicoanalista, me
ratificaba estos días que las relaciones sexuales se construyen hoy a
través del porno y que la dependencia afectiva de las crías es más
intensa que nunca. Escucho cómo una veinteañera confirma que las mujeres
con el sexo aventurero son tildadas de zorras mientras que los chicos
con una entrepierna de trotamundos son unos campeadores. ¿Qué ha pasado
con los últimos treinta años? ¿Por qué extraños derroteros se ha
desarrollado la mujer? La lista de estereotipos es atosigante: se
sospecha de los hombres que sucumben a los brazos de la mujer madura; el
declive reproductivo sigue siendo un pasaporte indefectible hacia la
jubilación social; el desvencije físico se tolera en los hombres y se
desprecia en las mujeres; las portadas de las revistas proyectan seres
inventados con el ratón del photoshop y la publicidad (ah! la
publicidad....) vende mujeres sumisas o putas o vírgenes o enfermas. El
último editorial de moda de la revista Interview enseña a un
grupo de modelos cubiertas con ropa de grandes firmas y rodeadas de
basura... Las fotos, en esta página. Sin comentarios.
"Video kill the radio star" Campurriana ¿recuerdas la canción?. Cuando ví a Bridget y después a Renné no me lo podía creer. Pero si era una chica guapa y esa belleza fue la que le dió la oportunidad de conseguir el papel de su vida. Pero hay unos cánones, ¡que bobada! curiosamente yo también hablo de algo similar. No entiendo esa manía de no ser tú mismo sino de parecerte a...
ResponderEliminarAllá cada cual pero como se dice en el artículo es la autoestima y luego está la incapacidad que tienen algunas personas de aceptarse como son.
En Venezuela se operan todo muy jóvenes, cualquiera que quiera ser miss o modelo es raro que le quede algo sin retocar. A mí personalmente las mujeres me gustan con la cara lavá y ya.
En cuanto a lo demás, la inteligencia está en decadencia, vivimos una regresión intelectual que acabará por devolvernos al cuaternario.
Besos
Bridget nunca me ha parecido guapa, Ripley. Pero es una opinión personal. Bien es cierto, que antes era más joven y ahora no podría seguir siendo como antes porque han pasado la friolera de no sé cuántos años encima de todos nosotros desde aquella película que, por cierto, tampoco me gustó.
ResponderEliminarAún así, sigo siendo una enamorada de los defectos naturales, de la naturalidad imperfecta que nunca permite que desaparezcamos del todo...