8 de noviembre de 2015

Truman (la película)



Hacía tiempo que el cine no me hacía vibrar de verdad.
Ha vuelto a hacerlo con Truman.

Debo reconocer que acabé de verla con dos lagrimones y con mucha esperanza. Esperanza, porque aún queda dentro del ser humano muchísimo valor. Nunca se ha ido, de hecho. A pesar de lo que pueda parecer cuando estamos en el camino de los días, de los años... De las prisas hasta para meditarlo.

Truman es una historia "de andar por casa", y dicho esto con la mejor de las intenciones.

Una historia con la amistad y la vida como telón de fondo; un telón demasiado complejo como para comprenderlo en tan poco tiempo. La existencia que recobra el sentido y lo pierde con una ambigüedad pasmosa. 

Es el cine que me gusta. Me gusta porque es creíble y natural. Sin aditivos innecesarios, sin bellezas o crueldades diferentes de las bellezas y crueldades que podemos tocar con nuestras manos cuando bajamos a la calle o subimos a casa. 

Una oda a la confianza, al amor, al miedo, a la muerte. Una oda a la vida. Esa vida que finalmente debe apoyarse en el verbo "compartir". Porque no estamos solos. Todos vamos en el mismo carro y hacia el mismo lugar y, por eso, NOS necesitamos.

¿Por qué nos empeñamos en hacernos los unos a los otros la vida imposible?
Es absolutamente ridículo.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me la apunto. Qué buena pinta tiene.

Campurriana dijo...

Creo que te va a gustar mucho, Pedro. Diría "te pega". Ya sabes a lo que me refiero... ;)

Ya me contarás.

Campurriana dijo...

Por cierto, uno de los actores principales decía acerca de la película algo así como "Vivimos como si fuésemos a vivir 150 años". Obviamente, muy lejos de la realidad...para muchos.

Maribel C. dijo...

A mi también me encantó la película, y comparto lo que dices sobre las historias sencillas y "de andar por casa" que nos tocan a todos por igual. Es como si dirigiésemos una lupa sobre esos recovecos de la intimidad que permanecen ocultos por el miedo. El miedo que nos impide ser libres...
Amistad con mayúsculas.

Campurriana dijo...

A veces, el esconder esta intimidad supone la mayor de las ataduras. Hay que saber con quién compartirla y, el compartirla con la persona adecuada, supone sin duda la mayor de las liberaciones.

Gracias, Maribel.
;)