"...vuelve el recuerdo de aquellos días en que Solana nos pintó aprovechando a los que quedaban sin veranear -por eso no hay más comensales- bebiéndonos las botellas y el sifón del cuadro -hubo que reponerlos cuatro veces-, sorprendiéndonos un día el genial golpe solanesco de esos antepasados que aparecen en el fondo del espejo. Es una experiencia fuerte y sin ambigüedades la de un cuadro así, con ese desacople de los retratados que van cayendo mientras el cuadro perdura, raleados según un sorteo en que un día me tocará a mí, porque la única esperanza que me queda es que sea lo más tarde que pueda ese pagar la última conscripción, y sólo entonces, cuando ya todos seamos fantasmas, el lienzo bogará sin lastre por los canales de su propia inmortalidad."
(Ramón Gómez de la Serna, Automoribundia, capítulo C, Buenos Aires: Sudamericana, 1948.)
¿Y a quién no le gustaría haber estado en esas tertulias de intelectuales, en los cafés bohemios madrileños de principios de siglo, con discusiones políticas, literarias, artísticas o sociales?.
ResponderEliminarSin duda, algo se aprendería de todo aquello...
Incluso el pasear una mañana por el Reina Sofía conduce a otros tiempos en los que el arte se interpretaba de otra manera....testigo de relaciones que crearon historia, la historia de un país...
Muy recomendable perderte por sus salas y mucho más si uno camina solo...
Siempre me ha atraído esa imagen romántica de reuniones en un viejo
ResponderEliminarcafé, el rumor de la gente, el olor contínuo a café. En un lugar así no creo que me sientiese sola ni fuera de lugar.
Me encanta cuando aún puedo encontrar algún lugar parecido a ese cuadro, entonces me demoro y paladeo con calma el café que estoy tomando.