Los primeros minutos de las mañanas dedicados a escuchar las nuevas aventuras y desventuras de nuestros políticos. Ahí estamos todos apurando los desayunos, corriendo hacia la ducha, abrochándonos las chaquetas y atándonos los cordones de los zapatos mientras la verborrea de los periodistas elegidos tiran de un lado o de otro, o de ninguno o de ambos. Lo sabemos y, sin embargo, seguimos escuchando trocitos de información para poder opinar algo, para poder criticar, para poder charlar a la hora de la tapa de tortilla de las doce, conociendo sobradamente que no sabemos de la misa la media aunque nos lo podamos imaginar los más osados...
Miro a nuestro Gobierno, miro a nuestra oposición, miro a los que revolotean también por esos lares. No me gustan. No me ofrecen la confianza que deberían, basada siempre en la formación, en la experiencia, en la inteligencia y la profesionalidad.
Miro a nuestro Gobierno, miro a nuestra oposición, miro a los que revolotean también por esos lares. No me gustan. No me ofrecen la confianza que deberían, basada siempre en la formación, en la experiencia, en la inteligencia y la profesionalidad.
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Los anónimos han venido en forma de spam solamente, durante estos últimos meses. Me veo obligada, por lo tanto, a bloquearlos.
Siento que tenga que ser así.
Gracias.