30 de julio de 2013

Cambiando de aires...



Me encuentro sentada en un banquito del dique leyendo una columna que no tiene nada que ver con lo tratado anteriormente en el blog ni tampoco es para pensar demasiado.
Necesitaba desconectar, la verdad...

A ver qué os parece lo que se escribe en ella.
¿Os sentís identificados?...



 HACÍA DÍAS que no éramos capaces de mantener una conversación sin enredarnos en una u otra discusión, siempre leve pero muy molesta, y la situación estaba empezando a ser desmoralizante para los dos. Sin embargo, y a pesar de que luego no era capaz de contenerme para tratar de evitar el siguiente mal humor, me emocionó profundamente de ella, durante todo este tiempo, el cuidado con que intentaba que las discusiones no fueran nunca a más, la paciencia con que reanudaba el diálogo con la mejor voluntad posible por ver si éramos capaces de avanzar a pesar de su torpeza y de la mía. Algunas veces quise enfadarme con ella pero nunca pude. Llegó un momento en que de un lado casi todo lo que hacía o decía me irritaba y del otro sentía que la quería con todo mi amor y toda mi razón, como jamás había amado a nadie, ni a ella misma. No sabía cómo hacer promedio entre los dos sentimientos, tan encontrados, hasta que la mañana de un miércoles cualquiera, todavía en la cama, acabados de despertar, le dije que la quería y que estaba intensamente enamorado de ella; que la necesitaba, que con ella todo lo tenía y sin ella todo me faltaba. Algunos matrimonios, le dije, admiten que el amor que antes se tenían se vehicula luego a través de los hijos. «Tú sabes lo que quiero a nuestra hija y hasta qué punto es el centro de nuestras vidas. Pero tú eres mi mujer, libremente te elegí, y saber que estás es mi forma de ser libre, y feliz. Dios nos ha agraciado con una niña fantástica y todo vamos a dárselo, incluso la vida si es el caso. Pero no espero nada de ella, porque así es la vida, y cuando sea la hora emprenderá su camino, como así tiene que ser y será».
Ella me miraba con su cara hinchada de las mañanas, la que más me agrada, y me dijo que nunca le había hablado tan serio ni diciéndole cosas tan bonitas.
Refundemos todos los matrimonios volviéndole a decir a nuestras esposas lo que San José le dijo a la suya: «Tú eres mi mujer, tu eres mi esposa, tú eres María». Los niños son el fruto pero el amor con que amamos a nuestras esposas y maridos es el amor fundamental y creativo en el que se basa la Historia de la Humanidad. El amor que protege y da sentido y camino a los hijos, y les prepara para amar y dar vida, muchos años más tarde, como si fueran los primeros padres del mundo.

4 comentarios:

mariajesusparadela dijo...

Es un precioso escrito.
Y, sin embargo, para mi gusto, le sobra la religión.

Campurriana Campu dijo...

Totalmente de acuerdo contigo en el asunto de la religión.

"el cuidado con que intentaba que las discusiones no fueran nunca a más"...es una virtud de las grandes.

Un saludo desde esta Galicia hoy "tocada".

Douce dijo...

Hola Campu

Había leído esa historia, aunque no terminé de leerla. Me bastaba con la primera parte. Lo que decía, es válido sobre todo con los que convivimos ya sea con nuestra pareja y también con los hijos...

Eso vale, en otros grados, en las discusiones externas en que queremos de aplastar antes de aceptar la parte de razón que pueda tener el otro.

El aspecto de la religión es algo propio del que habla. Nos guste o no forme parte de nuestras creencias, para ellos no les sobra y deberíamos respetarlo.

Lo válido, es lo fundamental y sirve también para hacer nuestras relaciones vivibles... y no sola las de pareja.

No hay 'confesiones' frecuentes de este tipo en los 'papeles'

Haces bien, en estos tiempos agrios, no viene mal reflexionar en nuestras 'discusiones'.

Campurriana dijo...

Respeto el aspecto de la religión aunque no me llegue, Náufrago. Me llegan otros sentimientos que aquí se reflejan muy bien. El amor profundo a pesar de las dificultades, "a pesar" de los hijos. Es cierto que no puedo hablar de hijos porque no los tengo...no sé si se comparte con el escritor alguno de los pensamientos relacionados con ellos. Creo que, a pesar de todo, nunca debemos olvidarnos de la pareja. Como todo, necesita amor constante en la medida de lo posible y soy consciente de que a veces puede resultar complicado pero no imposible. Nunca imposible.