Ya casi me había acostumbrado a la falta de caricias, de besos, de encuentros en definitiva. Ése era el momento tan temido en una relación duradera. Inevitable, como las arrugas que invaden los cuerpos que sobreviven los días.
20 de abril de 2014
5 comentarios:
He tenido que habilitar de nuevo la moderación de comentarios. En este blog se admiten todo tipo de opiniones pero con argumentos y con respeto hacia las demás. El insulto y las malas formas no caben en este lugar. Si entras aquí con esas intenciones, no serás bienvenido.
Los anónimos han venido en forma de spam solamente, durante estos últimos meses. Me veo obligada, por lo tanto, a bloquearlos.
Siento que tenga que ser así.
Gracias.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Es triste que sea así, pero casi siempre pasa.
ResponderEliminarBesos.
Cierto. En este caso como en todos valdrían los temas de tus etiquetas.
ResponderEliminarbesos
Acostumbrarse a ser feliz, dicen que no es bueno. Aunque uno siempre debería de pensar en lo vivido como aprendizaje. También lo dicen por ahí.
ResponderEliminarUn abrazo
Ese "ya casi" destila sorpresa agradable.
ResponderEliminarBesos.
Pedro, no debiera ocurrir pero...c'est la vie ! (caprichosa tantas veces)
ResponderEliminarRipley, siempre hay que seguir acariciando. Aunque sea a uno mismo...(y no está nada mal tampoco ;) )
Jan, la felicidad es un estado tan...tan ilusorio...Me acordé de ti estos días. Espero que Chile vuelva a la calma...Otro abrazo para ti.
Toro, nunca dejo nada cerrado. Para negrura existencial, la tuya... ;)