Estamos tan necesitados de palabras duramente encadenadas... (un humilde adiós a José Luis Alvite, @alvitejos)
AQUELLA GUERRA
Mi abuelo materno combatió en la Guerra Civil al lado de los
nacionales y de regreso en casa dijo que no estaba seguro de que todo
aquel espanto hubiese servido para otra cosa que no fuese para aprender
geografía. Veinte años después del fin de aquel conflicto le pregunté
muchas veces por las batallas y por los soldados, por el coraje y por el
miedo. Jamás conseguí que me diese una respuesta concreta, ni siquiera
una evasiva con algunos datos sucintos con los que pudiera reconstruir
su estancia en la guerra. Era como si sus recuerdos de la lucha le
hubiesen borrado la memoria. Supuse que había regresado reticente y
cansado, seguramente convencido de que solo valía la pena tener fe en el
escepticismo y en los dioses descreídos. Recordaba ríos y ciudades,
cordilleras y sembrados, pero jamás se refirió al dolor o a la muerte.
Sólo en una ocasión creo recordar que me dijo algo relativo a los
soldados que luchaban en el otro bando. No podría citar al pie de la
letra lo que él me contó aquel día, pero vino a decir que «incluso los
muchachos que lucharon en el otro bando, en el momento de morir se
convertían en parte de los nuestros». Hubo muchos como él en aquella
guerra en la que con el pánico se quedaban ciegas las yeguas. Muchos se
quedaron por el camino, otros regresaron al lugar del que habían salido y
con el tiempo se enteraron de las razones por las que habían luchado. A
mi abuelo lo desmovilizaron dos años después de terminada la guerra y
al desandar el camino en aquella España en la que solo medraban los
cementerios, se encontró con que su mujer le regañó por volver tan tarde
a casa. En el 61, poco antes de morir, me dijo: «Éste es un país en el
que si vas a la guerra, necesitas un buen motivo para volver con vida a
casa».
Esta semana, ha fallecido José Luis Alvite. Yo supe de él a través de Twitter, donde se daba a conocer como @alvitejos. Me gustaban sus formas. No he leído demasiado sus escrito-pensamientos pero había algo que me atrajo irremediablemente a su reflexión cotidiana. No sabría definirlo... su sangre, su profundidad, su crueldad tantas veces. Crueldad tan real como aquella definición de doble cáncer que me dejó temblando; algo así como ese centollo que se encuentra dentro de una almeja.
Dejo un escrito de él a modo de ejemplo. No es el más duro ni mucho menos pero me gusta lo que expresa. En una guerra, como en la vida, no hay ni buenos ni malos sino una extensa gama de colores descoloridos.
Hasta siempre, José Luis. Quedarán tus letras y eso, créeme, ya es mucho en este fugaz paso que tenemos hacia la eternidad. Gracias por enriquecer lugares que, a priori, están abocados irremediablemente a ser enormes vacíos, inútiles pasatiempos.
No leí nunca nada de Alvite. Creo que habrá que leerlo.
ResponderEliminarBuenas tardes, Campu
ResponderEliminarRecuerdo haber oído a Alvite entonces, cuando yo escuchaba algo la radio, no demasiado. Ahora ya no oigo bien, cuestión de oído.Siempre me gustaban sus charlas, con una pizca de dolor pero palabras muy sabias. Hoy he leído la historia de su abuelo que has puesto en tu blog. Me ha hecho recordar la voz de Alvite en su Savoy.
Acabo de leer la carta que mandó a Carlos Herrera el 27 de noviembre de 2013": "Querido Carlos Herrera: Por primera vez no puedo culpar de mi ausencia a la desidia, ni alegar que una monada ciega de Denver me salió al paso y sin motivo alguno se encaprichó conmigo."
Así recuerdo aquella voz y el humor gallego.Siento estas pérdidas que nos han dado tanto y nos rozan con su voz y su “sabiduría”.
Muchísimas gracias, Campu
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Carlos Herrera lee la carta que le dirigió a José Luis Alvite cuando le
dijeron su cáncer:
http://podcast.ondacero.es/mp_audios3/audios/ondacero.es/2013/11/27/00017.mp3
Que la tierra le sea leve.
ResponderEliminarJuan, yo creo que los escritores que tocan la fibra de alguna manera, merecen ser leídos. No conozco mucho su obra pero sí me tocó la fibra. Incluso, con algunos de sus tuits.
ResponderEliminarSé que lo conocías de alguna manera, Nau. Y sí: roza con sus palabras.
Pedro, la tierra, por suerte o por desgracia, creo que nos será leve a todos...Más leve que la vida sin duda; que la pasión, que el dolor... Leve "de máis", como diría algún gallego.
Alvite es un escritor de difícil ubicación y eso es bueno porque no pudiendo encasillarle en ningún movimiento literario le quedaba la mejor de todas las etiquetas, la de la libertad de pensamiento y de expresión. Un tipo lúcido y cuerdo que iba por libre y a la contra, como debe ser.
ResponderEliminarAlgo de canalla tenía, mucho de cinéfilo, nada pretencioso y muy alejado de cualquier vanidad en lo personal, un hombre sencillo, me consta que bueno, puede que con cierta tendencia a la tristeza y con una prosa punzante, a veces ácida pero no exenta de ese humor no impostado sino del que tiene la fortuna de venir de fábrica, y todo ello lo volcaba en sus columnas de la actualidad casi siempre envueltas en un personaje de aquellos clásicos del mejor género negro. Era sarcástico cuando tocaba, irónico, sagaz, divertido, a veces casi cruel. Como la vida misma.
Hace mucho que dejé de leerle porque hace mucho que dejé de comprar periódicos, pero por algún lugar debo tener muchos recortes de prensa suyos. No sabía que estaba enfermo, sí que fumaba mucho.
Ve con los buenos Jose Luís.
Gracias, Ripley. Por tu aportación a esta humilde despedida.
ResponderEliminarLos canallas sensibles son una delicia para las letras.
Jo que bonita carta, acabo de escuchar a Carlos Herrera leyéndola. En ella está todo lo que fue Alvite. En fin me alegra haber llegado a conocer su obra y a disfrutar de su lectura.
ResponderEliminarSe puede decir que vivía como escribía.
un beso Campu
Vivía cómo escribía.
ResponderEliminarHas dado en el clavo, Ripley. A mí también me da esa impresión.