7 de agosto de 2016

Crónica veraniega de Campurriana






Que el mundo es cada vez más efímero... Eso solemos escuchar últimamente, por mor de las redes sociales, por poner un ejemplo de corriente infinita y demasiado rápida para la asimilación mental.

En realidad, creo, no es tan efímero como nos está pareciendo ahora. Las noticias permanecen, a veces, más de lo que nos gustaría. Bien es cierto, que un atentado sólo se borra con otro atentado y un Gobierno con otro Gobierno. Una muerte con otra muerte. Un romance veraniego con otro romance veraniego...

Pero, en el fondo, si lo pensamos bien, todo permanece, casi todo, por muchísimo tiempo. Y si no permanece, se repite cíclicamente a lo largo de las repetidas estaciones y a lo largo de los repetidos acontecimientos de la vida de una sociedad dirigida y observada.

Pienso que seguimos ahí, con los dimes y diretes de las nuevas izquierdas y las derechas renovadas. Pienso que seguimos con los mismos protagonistas de mensajes-bomba que agitan los foros interesadamente, por pasta o por votos. Pienso, en realidad, que nuestras vidas son casi calcos de las vidas de nuestros antepasados. Somos envidiosos, generosos, cotillas, desinteresados, maliciosos, oportunistas, manipuladores, corruptos, amables, hoscos... Seguimos siendo así aunque muchas veces nosotros mismos no nos veamos tan claramente ubicados.

Ahora que he regresado a Twitter (Ripley me pondría verde en un comentario a pie de entrada), me gusta analizar los mensajes, las discusiones, las preocupaciones de los que, de vez en cuando, pegamos un gritito entre los millones y millones de gritos de socorro que pululan por los espacios virtuales. En realidad, son, efectivamente, "gritos de socorro".

El verano, lo que tiene, es que cede tiempo personal a la meditación. Meditación, por otra parte, más que necesaria durante el resto del año también. Un lujo, bien lo sé, para muchas personas que viven sobre una moto acuática que va a toda velocidad sobre las calmas o las tempestades que conforman nuestras vidas.

Yo ahora tengo la suerte de poder saborear la soledad deseada, el silencio, los paseos cerca del mar.
 Me llenan y me vacían. Eso es lo que busco en ellos precisamente...

Os dejo unas fotos del móvil. A ver si retomo la fotografía de cámara y trabajada...
Tenéis que disculparme los expertos.

Anda, contadme algo. Este silencio me aterroriza.
;)

7 comentarios:

esteban lob dijo...

Que sigas pasando un bello y "meditado" verano, Campurriana. Por acá debemos meditar desde otro ángulo, dado nuestro particularmente frío invierno.

Miguel García dijo...

Esas fotos ponen de manifiesto que has estado por estas tierras. Yo no puedo regresar a twitter porque siempre me he mantenido alejado de él ¡líbreme Dios!.
Un abrazo,

Campurriana dijo...

Esteban, me alegro de verte. Sigo en mi particular huida. Me sienta bien, a pesar de la nostalgia.
Seguid meditando por allá. Es como detenerse en medio de esta locura.

Miguel, estos paisajes marinos me amansan. Campurriana es una fierecilla en cierto modo ;)
Ah! Y Tuiter me ha vuelto a entretener. Hasta próxima saturación. Quizá, se deba al verano.

Unknown dijo...

Son ciclos, el sol repone energía y nos lleva a renovar la pelea. Me ha gustado lo que has escrito

Campurriana dijo...

José Mato, gracias por tus palabras tan amables.
El problema es que, por nuestras tierras, no vemos demasiado este sol de veranos y primaveras a lo largo del año...
Yo lo echo tanto en falta.

Marijose dijo...

Hola, me gusta como cuentas las cosas. Bonitas fotografías, aunque la verdad yo no soy aficionada a la fotografía luego me gusta ver fotos bonitas.
Saludos y un buen fin de semana

Campurriana dijo...

Gracias, Marijose. Este verano hemos podido alargarlo mucho por el norte. Seguimos ahí...con el sol jugueteando con nuestros cuerpos.
No sabes cómo se echa de menos cuando no está. Quizá sí lo sabes...

Encantada de conocerte.