6 de febrero de 2018

Verano 1993



Y me acerqué a la infancia. A mi propia infancia. A la infancia de amigos que tuvieron que sufrir ausencias tan importantes, a la tierna edad de la protagonista de la cinta. 

El amor no es suficiente cuando el dolor es tan grande. Pero el amor también toca de lleno cuando uno necesita ser abrazado constantemente, y recibe un calor tan acogedor como el de un gesto preciso y cálido en el momento más vacío. 

¡Qué preciosidad de película! Es una pequeña obra de arte. Y no digo "pequeña" por restarle mérito, sino todo lo contrario. Como las fragancias de las diminutas flores, que lo dan todo con ingenuidad dulce y tierna.

Me llegó. Vaya si me llegó. Desde el primer momento, me vi de niña. Sentí tantas cosas presentes que ya consideraba ausentes. Esos recuerdos de juegos, de rabietas, de descubrimientos, de necesidades y generosidades...

Así es la vida, y así se vive desde que aparecemos en este mundo tan peligrosamente desconocido y tan mágico, para lo bueno y para lo malo.

Sin duda, una de las mejores películas que he visto en mucho tiempo. Porque he sido de nuevo niña.

3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Me la apunto. Últimamente no tengo mucho tiempo para el cine. Habrá que solucionarlo.
Besos.

VENTANA DE FOTO dijo...

Procuraré verla, en cuanto me sea posible. Ahora que con el frío no apetece salir de casa la buscaré a ver si está incluida en el lote de película en la que estoy suscrita.

Besos



Campurriana dijo...

Este frío es un gran motivo para ver buen cine. Ahí estoy cobijada yo. Sólo ahí; En el cine y en su gran poder de distracción.